sábado, 14 de julio de 2018

Encuentro inesperado.


El hombre un día se levantó con sueños y se le enquistó la idea de ir en busca de trabajos, de sueños, de aventuras. Un amigo le había comentado a cerca de un lugar en el partido de Balcarce, Los Pinos, la apertura de una cantera prometía trabajo a los hombres. A su familia mucho no le agradó la idea, pero sabían que era un hombre decidido, por eso lo vieron hacer su bolso, subir al colectivo, mientras el vehículo se marchaba la madre dejó caer una lágrima de despedida porque sabía que sus brazos habían soltado a su hijo para que comenzara a escribir su verdadera historia. Juan Carlos también lloró en silencio, esa mujer había sido el epicentro de su vida, pero una voz lo invitaba a recorrer caminos para escribir sus hojas.
El joven se bajó en el Hotel y Bar, como era la primera vez que visitaba el pueblo salió a recorrerlo. Se metió en un bar y cuando terminó su aperitivo se decidió a pagar la cuenta, pero la plata se había perdido como mucho de los recuerdos de su niñez. El cantinero se enojó y lo echó del lugar. Juan no podía volver al hotel porque no tenía dinero  para costear su estadía. Caminó por las calles de tierra que vestían sus zapatos y empolvaban además un corazón que estaba triste por lo que había dejado. Miró la sierra y pensó la historia que ellas contemplaban, cuando bajó la vista se encontró con una mujer que lo sacudió de su sopor y le devolvió la alegría de los años nuevos.
Labra era un oficial que caminaba por el pueblo para preservar el orden de los ciudadanos, se cruzó con un extranjero, le preguntó varias cosas pero como andaba deambulando se lo llevó y lo encerró. Pasó la noche en la cárcel. Esa noche los hombres charlaron mucho, se adentraron en las horas,  uno de cada lado de la reja,  como si se tratase de un confesionario y se contaron buena parte de su vida. La amistad floreció, Labra lo invitó a su casa para que se hospedara hasta que pudiera comenzar a trabajar.
Juan Carlos esperaba encontrarse con cualquier camino, menos con una llave que lo invitaba a abrir una puerta decisiva en su vida y ella era Liliana, la única hija del oficial Labra. Esos ojos marrónes ya los había visto, por un momento, recordó el viajero, era el mejor paisaje que Los Pinos le había regalado aquel día que se bajó del colectivo cuando llegó de 9 de Julio.
La tomó de la mano y la invitó a pasear, lo que ellos no sabían que aquella invitación duraría para el resto de sus vidas formando su propia familia.

Historia inspirada en una redacción que realizó la alumna Evelyn Navarro de quinto año.

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